Las creencias de Somerset Maugham

El inglés William Somerset Maugham (1874-1965), huérfano en su niñez y acogido por un tío, estudió medicina y ejerció como ginecólogo durante un breve periodo: el relativo éxito que obtuvo con una novela le animó a dedicarse a la literatura. Se marchó a Sevilla donde «se divirtió intensamente» durante un año y donde escribió «una novela muy mala». A los treinta años de edad y siendo autor de una novela de éxito se va a París a pasar penurias. Mientras tanto, publica ‘Servidumbre humana’, una de sus novelas más leídas, y actúa como agente secreto durante la Primera Guerra Mundial.

Quizá su obra de mayor impacto sea ‘El Filo de la Navaja’, en la que contrapone a un aristócrata bondadoso y fatuamente inútil, y a un marchante para quien, en la ejecución del arte, la honradez es la única norma posible y que era capaz de resistirlo todo menos las tentaciones, con un idealista que lee a los místicos, que pese a no estar dispuesto a creer en un Dios omnisciente que no tuviera sentido común, siente la emoción de la vida espiritual.

Maugham, escritor claro y directo, tachado de ateo y cínico, aconseja a los noveles que se dejen de barroquismos y narren con sencillez lo que tengan que contar. Estudioso de la filosofía hindú, nos regala una cita en la que demuestra los antecedentes indios en las teorías judeo -cristianas del Big Bang y del Big Crunch: «¿Hay algo más asombroso que la concepción según la cual el universo no tiene principio ni fin, sino que pasa eternamente de un estado de desarrollo a otro de equilibrio, y de este a uno de decadencia, y de este a la disolución y de la disolución al desarrollo, y así sucesivamente, por toda la eternidad?

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