Terminada, por el momento, la serie de artículos dedicada a los premios Nobel de Química, el autor comenzará una nueva serie que puede considerarse como continuación del libro titulado ‘Apuntes tomados a través de una vida’, que trascurría hasta el año 2013. Así, el primero de los artículos estará dedicado a algunos de los sucesos y efemérides habidos en 2014.
2014. RECORDANDO A SADE, VOLTAIRE y GOETHE
Irrumpe el Estado Islámico como una fracción segregada de Al Qaeda y se proclama califato con soberanía en Irak y Siria de momento, luego vendrán otros países: Palestina, Israel, Jordania…donde impondrán la sharía (ley islámica) fundamentalista mediante la yihad (guerra santa) violenta matando o expulsando a los malos musulmanes y a los infieles que no se conviertan. Los musulmanes del nordeste de Nigeria adoptan el nombre de Boko Haram y se adhieren al Estado Islámico (llamado Daesh que no Isis, ya que amenazan con matar al que use tal nombre). Se declaran, como sus colegas, sunníes fundamentalistas islámicos y pretenden tener actividad terrorista en Nigeria, Níger, Camerún y Chad; aunque su mayor aplicación consiste en el secuestro masivo de mujeres. Ambas organizaciones están echando un pulso al mundo, retando a una guerra mundial. Los neoconservadores norteamericanos aseguran que la aparición del Daesh fue propiciada por la retirada de las tropas de EEUU de Irak.
En otros continentes también pintan espadas: Rusia se anexiona Crimea con la ayuda de la población; en Iguala (México) cuarentaitrés estudiantes se dan por desaparecidos o muertos merced a la acción policial; en EEUU los policías tiran al negro con mucho tino; etc.
En España los subsaharianos siguen dejándose la piel en el sangriento juego de saltar la valla de Melilla. Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, es asesinada a tiros en plena calle. Tres curas y un seglar imputados por pederastia ante la acusación de una de sus víctimas que contó al Papa los hechos. Otro pederasta múltiple, que operaba en el barrio madrileño de Ciudad Lineal, fue identificado y detenido. Dentro del extenso capítulo de la llamada violencia de género, una madre y su hija, dominicanas, fueron asesinadas y arrojadas a un pozo. Etc.
Abdica el rey de España, Juan Carlos I, quizá forzado por sus recientes errores y por su evidente deterioro físico. Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón (Juanito) nació en Roma en 1938, tercer hijo de Juan Carlos Teresa Silverio Alfonso de Borbón y Battenberg, sucesor al trono de Alfonso XIII, y de María de las Mercedes de Borbón y Orleans. El hijo mayor de la pareja murió en accidente y el segundo tenía problemas físicos; al cuarto lo mató Juanito cuando jugaban con un revólver. Cuando Franco, temeroso de la oposición falangista, restableció la monarquía representativa en 1947, Juanito, con el consentimiento de su padre, llegó a España para recibir educación. Desde 1955 pasó por las Academias militares de Tierra, Mar y Aire y por la Universidad de Madrid. En 1962 se casó con la princesa Sofía de Grecia y tuvieron dos hijas y un hijo. En 1969, Franco designó a Juan Carlos futuro rey de España en lugar de su padre, D. Juan, conde de Barcelona y rival histórico del dictador. En 1975, dos días después de la muerte del generalísimo, Juan Carlos I accedió al trono y, traicionando a Franco, a las Leyes Fundamentales del Reino y a los principios del Movimiento Nacional, propició, con la connivencia de muchos traidores franquistas y el apoyo de la inmensa mayoría de la gente, el cambio a un régimen constitucional y democrático.
Muere, a los ochentaiún años de edad, Adolfo Suárez González, retirado en su domicilio desde el 2003 a causa de la enfermedad de Alzheimer. Protagonizó una espectacular carrera política: fue gobernador civil de Segovia, director general de Radio y Televisión, vicesecretario general del Movimiento nombrado por su valedor el ministro Herrero Tejedor, ministro secretario general del Movimiento en el primer gobierno de la monarquía, designado por el Rey, de la terna presentada por Torcuato Fernández Miranda, presidente del gobierno en 1976. Suárez traicionó a su pasado falangista y a sus mentores: él y su equipo ganaron el referendo de la Ley de la Reforma Política con la que se cargaron las instituciones franquistas, legalizaron el partido comunista y coaligaron diversas fuerzas políticas de derechas en la Unión del Centro Democrático (UCD), partido que ganó las elecciones de 1977. Aprobada la Constitución Española en 1978, Suárez presidió, en 1979, el primer gobierno de la monarquía constitucional. Las crecientes tensiones entre las distintas corrientes de su partido le obligaron a presentar la dimisión como presidente del gobierno y de UCD el 29 de enero de 1981. El 23 de febrero siguiente, mientras se votaba al candidato Leopoldo Calvo Sotelo, el Congreso fue asaltado por la Guardia Civil, un hecho del que sus variados protagonistas políticos quedaron enmascarados para siempre. Suárez, separado de UCD, fundó el Centro Democrático y Social, partido minoritario con el que fue diputado en dos ocasiones y con el que se extinguió su vida política. El rey le nombró duque de Suárez en 1981 y en 1996 le concedieron el premio Príncipe de Asturias de la Concordia. En la lápida de su tumba, en la que reposan sus restos junto a los de su esposa, reza la inscripción: “La concordia fue posible”. Muchos homenajes, muchas condolencias después de su muerte, como dice el escritor Juan José Millás: “De repente, todo se llama Adolfo Suárez”.
Cuba y Estados Unidos establecen relaciones con intercambio de prisioneros y con algo de comercio, pero Obama no levantó el bloqueo y el viejo convaleciente Fidel advierte: “No se fíen de los estadounidenses”. Mientras tanto, más de cien mil cubanos investigan rutas para entrar en EEUU.
El premio Nobel de la Paz del 2014 fue concedido a Malala Yousafzai, musulmana pakistaní de diecisiete años defensora del derecho a la educación y tiroteada a los quince años por ir a la escuela, y a Kailash Satyarthi, ingeniero hindú de India de sesenta años, defensor de los niños explotados en el trabajo. Hermanados y premiados dos personas de edades muy diferentes y de naciones y religiones enfrentadas.
El Nobel de Literatura correspondió a Patrick Modiano, francés descendiente de judíos italianos, autor del guion de la película de Louis Malle Lacombe Lucien y de novelas como Calle de las Tiendas Oscuras, premio Goncourt 1978, El Café de la Juventud Perdida o Tan Buenos Chicos. Todas ellas transcurren en la misma época, la ocupación nazi de París. Según el autor, todas sus novelas “son el mismo libro, pero desde ángulos diferentes; no hay repetición, es la misma obra”.
El Nobel de Química se lo concedieron a los químico físicos Eric Betzig (estadounidense, nacido en 1960), William Moerner (de EEUU, 1953) y Stefan Hell (alemán, 1962) por el desarrollo de la microscopía de fluorescencia de alta resolución. Con sus microscopios ópticos consiguen nítidas y bellas imágenes por debajo del límite de detección de 0,2 micrómetros gracias al empleo de moléculas fluorescentes.
El premio Nobel de Fisiología o Medicina lo recibieron los neurofisiólogos John O’Keefe (ciudadano estadounidense y británico, nacido en 1939, la mitad del premio) y el matrimonio noruego formado por May Britt (1963) y Evard Moser (1962), que compartieron la otra mitad del premio. Descubrieron que las neuronas en red del hipocampo, al activarse, señalan el posicionamiento en el cerebro. Dicen que actúan como un GPS, estableciendo un mapa cognitivo con el que funciona la memoria espacial. Trabajaron con ratas, pero se demostró que los resultados eran trasladables a los humanos.
El premio Nobel de Física lo compartieron los japoneses Isamu Akasaki (nacido en 1929) e Hirosi Amano (1960) y el japonés nacionalizado estadounidense Shuji Nakamura (1954) que ya había sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias en el 2005. Ellos son los responsables del completo desarrollo de los diodos emisores de luz (LED en sus siglas inglesas) que, como es sabido, son diodos p – n, siendo n un semiconductor con exceso de electrones y p otro con excesos de huecos: en la frontera de ambos se produce la conversión de la corriente eléctrica en luz. Los premiados inventaron el diodo de luz azul, de nitruro de galio, que sumado al rojo y al verde ya existentes dio lugar al blanco empleado en la actualidad. Estos modernos LED proporcionan 300 lúmenes por vatio, frente a los 16 de las bombillas incandescentes y los 70 de las fluorescentes y duran 100 veces más que las primeras y 10 veces más que las segundas; además, pueden también funcionar como paneles solares baratos, dando luz sin necesidad de redes eléctricas. Mérito personal de Nakamura es el desarrollo del LED ultravioleta, utilizable en la esterilización del agua contaminada.
¡Conmoción en la cosmología! El telescopio BICEP2, situado en el polo Sur, comunica haber captado la polarización de la radiación cósmica del fondo de microondas (MO), lo que significa la detección de ondas gravitacionales, una de las dos perturbaciones asignadas a dicho fondo. (La otra perturbación es detectada como ondas de densidad, que dan lugar a las variaciones de temperatura en el fondo y son el origen de las galaxias). Las ondas gravitacionales primordiales se suponen producidas por las fluctuaciones cuánticas en el universo primitivo y, en ese caso, confirmarían la teoría de la inflación cósmica propuesta por Alan Guth y mejorada por Andrei Linde y Alexei Starobinsky. Guth denominó ‘inflatón’ (un campo cuántico) a la gravedad repulsiva (una suerte de antigravedad) que produjo la expansión acelerada del universo (inflación cósmica) que trascurre desde un tamaño millones de veces más pequeño que un protón hasta medir un centímetro de diámetro. Este aumento tiene lugar en una fracción infinitesimal de segundo. Siguiendo con la teoría, las vibraciones cuánticas se estiran durante la inflación hasta alcanzar el tamaño macroscópico de las ondas gravitacionales. Al final del brevísimo periodo inflacionario, la energía del ‘inflatón’ se transforma en materia “ordinaria”, dando lugar al Big Bang caliente. Conocidos los resultados del BICEP2, algunos científicos dicen que el 17 de marzo del 2014 pasará a ser una fecha clave en cosmología. Y Allan Guth se ve laureado con el premio Nobel. Pero pronto surgen sombras de duda: el polvo de nuestra galaxia también polariza la luz. Al contrastar las señales del BICEP2 con las del satélite Planck, correspondientes a la radiación de la Vía Láctea, “el descubrimiento de las ondas gravitacionales se da oficialmente por muerto”. Habrá que seguir trabajando para encontrar otros caminos de confirmación de la teoría.
Mientras tanto, otros investigadores intentan solucionar otros problemas que requieren una inversión económica mucho menor, pero que presentan una gran complejidad y una cercanía inmediata a la vida social. Así, intentando obtener vida sintética, Jef Boeke trata de construir el genoma completo, constituido por seis mil genes, de un hongo unicelular, y Srinivanasan Chandrasegaran “juguetea”, en búsqueda del sistema mínimo que sostiene la vida, con el cromosoma más pequeño del núcleo de la levadura. Y el español Izpisúa construye minirriñones a partir de células madre humanas.
El escritor vasco de Getxo Ramiro Pinilla, nacido en 1923, muere en el 2014. Premio Nadal en 1960 con Las Ciegas Hormigas, no alcanzó el reconocimiento público con Verdes Valles, Colinas Rojas, pero le valió después, en el 2004, el premio Nacional de la Crítica. Más tarde, por diversión, se dedicó a escribir novelas ‘negras’. Sólo un puerto más, publicado en el 2009, fue la primera de ellas, en la que un librero de Getxo, escritor fracasado e investigador privado por decisión propia, escribe una novela ‘real’ mientras persigue al asesino. Cita a Patxi Franco, y lo moteja de asesino, así como a sus malvados matones, poetas falangistas, durante la posguerra civil en Bilbao.
John Banville, escritor irlandés nacido en 1945, recibe el premio Príncipe de Asturias. Entre sus primeras obras, publicó una trilogía biográfica sobre la gravitación: Copérnico (1976), Kepler (1981), La Carta de Newton: un intermedio (!982). En ‘Kepler’, describe a un Tycho Brahe (1546 – 1601) grande, gordo y borracho, con su nariz de oro y plata, y a un hombrecillo llamado Johannes Kepler (1571 – 1630) con sus ascendientes, una humilde familia judía llena de hijos, con su mujer dos veces viuda y una hija muy querida por su padrastro, y con su segunda joven mujer que le vio ser nombrado matemático imperial a la muerte de Tycho. De la tercera ley de Kepler se puede deducir la posterior ley de la gravitación universal de Newton, lo que no es cuestión baladí. ¡Ave Kepler, transformador de la vieja descripción geométrica de los cielos en astronomía dinámica! (Pero, ¿no dio Einstein de nuevo el paso contrario, devolver los cielos a la geometría?). Más tarde, John Banville se cambió de nombre para escribir novela ‘negra’ como Benjamin Black. En El Secreto de Christine (2006) aparece Quirke, un patólogo forense del gusto de las damas y solucionador de crímenes. JBBB suele empezar sus novelas con un muerto de la alta sociedad y dejar los finales en el aire, a la interpretación del lector. Sus irlandeses beben y beben, fuman y fuman, visten de tweed, y “¿Por qué los guardias parecen estar siempre resentidos?”, o “Los curas, con la sotana negra y maloliente, mal afeitados y con unos ojos espantados”, porque “Irlanda, este pobre país ignorante”, donde “Quien conoce un secreto tiene el poder”.
Sade
Doscientos años hace que desapareció el monstruo, Donatien Alphonse François, marqués de Sade, de la familia real Condé. Vivió en el tiempo de Luis XV, Richelieu y Voltaire. Cursó estudios en un colegio de jesuitas, pero su auténtico maestro fue su tío, el abad de Sade. Comenzó la carrera militar a los catorce años, a los dieciséis ascendió a teniente, estuvo en la guerra y a los veintitrés abandonó el ejército. Casado con Renèe Pèlagie, tuvo dos hijos y una hija, pero poco después de su matrimonio comenzó a recibir prostitutas contando con la ayuda de su fiel criado y amante sodomita. Por los abusos que cometieron, el marqués fue perseguido por su suegra, Madame de Montreuil, quien, ayudada por el inspector Marais, consiguió encarcelarlo. Cuando Sade tenía veintiocho años se le escapó Rose Keller, una prostituta que pudo mostrar, dicen que exagerando, las heridas sexuales que le había causado, por lo que fue de nuevo encarcelado. En Marsella organizó un tumultuosa orgía con putas drogadas que llegaron a salir a la calle desnudas y gritando obscenidades. Y este fue el comienzo de su interminable periplo por las prisiones. Gonzalo Suárez, en su novela Ciudadano Sade, cita a Simone de Beauvoir: “Las prácticas sexuales de Luis XV y la aristocracia eran mucho más comprometedoras que aquellas por las que Sade fue juzgado y encarcelado”. Estuvo preso en Vicennes, donde incitó a los presos a la rebelión, en la Bastilla, desde donde animaba a los revolucionarios asaltantes, y en el manicomio de Charenton hasta su muerte a los setentaicuatro años. Sade tuvo dos esposas: tanto la primera, Renèe, como la segunda, Constance Quesnet, lo protegieron y amaron siempre.
Donatien de Sade fue, sobre todo, un autor de teatro que no tuvo más éxito que en las representaciones llevadas a cabo con los locos de Charenton, pero sus crímenes salieron de su cabeza y, a través de su pluma, quedaron impresos en el papel. ¡Qué barbaridades escribió! “Que prepare el lector su corazón y su espíritu al relato más impuro que jamás haya sido hecho desde que el mundo existe”, dijo. Napoleón se mostró tan escandalizado al leer Justine, quizá la novela más difundida del marqués, que Sade, asustado, negó haberla escrito. Y es que la infortunada Justine, después de sufrir las mil y una torturas sexuales (contadas pormenorizadamente), muere víctima del rayo cuando había encontrado el cariño de una familia feliz. En Julieta, Sade cuenta la historia de la hermana mayor de Justine, una puta que, sometiéndose a los viciosos más depravados y robándoles, acumula una gran fortuna y felicidad, como le dice a su malvado amante: “¡Oh, amigo mío!, al legitimar ante mí todos los crímenes, al darme, como lo haces, todos los medios para hundirme en ellos, tu colocas a mi alma en un estado de delicia incomparable”. Sade escribió en la Bastilla el grueso relato Los 120 Días de Sodoma en un rollo de papel que se extravió y fue recuperado ‘milagrosamente’ años más tarde. Como dice María Antonia Trueba en la ‘Advertencia Preliminar’ a la edición en español “parece que la obra fuera una pesadilla que, a la vez que nos sumerge en su horror, nos produce una liberación…los suplicios, el horror, la náusea que se desprenden de ciertas escenas no reflejan una invitación al mal”. Todos los libertinos criminales que aparecen en ésta y en todas las obras de Sade pertenecen a la nobleza y al clero, sus excesos son producto tanto de la naturaleza como del poder, son fruto del absolutismo de los reyes de Francia que generó abusos absolutos. En su obra La Filosofía en el Tocador o Los Preceptores Inmorales, Sade establece unos ‘diálogos destinados a la educación de las jóvenes señoritas’ ¡Qué ejemplo de educación se nos muestra! Un enfermo de sífilis, a instancias del preceptor, infecta a la madre de su discípula con ésta como partícipe en el acto, cosiendo después las aberturas por donde ha sido inoculada para que el veneno no se escape. ¿Es una actuación suficientemente ejemplar como para odiar el sadismo?
Voltaire
Sir Alfred J. Ayer, un londinense nacido en 1910 y fallecido en 1989, positivista lógico y ateo discípulo de Lord Bertrand A.W. Russell, sobre el que escribió dos libros tras la muerte del maestro, es el autor de una biografía excelente, publicada en 1969, de Françoise-Marie Arouet, conocido como Voltaire. El texto que sigue está entresacado, principalmente, de dicha biografía.
Voltaire, parisino nacido en 1694 y fallecido en 1778, está considerado como uno de los más grandes autores europeos del siglo XIII gracias a su satírica agudeza y a su capacidad crítica. Fue un cruzado contra la tiranía, la intolerancia y el fanatismo. Con respecto a su físico alguien dijo que “era tan ingenioso, libertino y delgado que parecía Satanás, la muerte y el pecado”. Pasó su juventud entre escribir comedias y meterse en peleas y en líos de mujeres. Después escribió tragedias e historia y, con motivo de las opiniones vertidas, visitó la cárcel de la Bastilla y fue exiliado a Inglaterra, donde profundizó en sus conocimientos filosóficos. Más tarde, escribió dramas y óperas, tuvo como amante a Émilie du Châtelet, geómetra admiradora de Newton y, después, a su propia sobrina madame Denis. Fue historiógrafo real de Luis XV y amigo personal de Federico II el Grande. Como empresario, vendiendo relojes ginebrinos y otros artículos, y como prestamista, se hizo millonario. Murió de cáncer de próstata a la, para la época, muy longeva edad de 83 años. Intentando evitar que su cadáver acabase en un vertedero, se retractó públicamente de sus creencias agnósticas, pero acabó allí porque robaron su cadáver. Su corazón permanece junto a sus libros, pero no se sabe dónde está su cerebro.
Voltaire sólo mostraba un interés tangencial hacia las matemáticas y la física. Símbolo del racionalismo, fue considerado maestro por los ilustrados Diderot y D’Alembert; pero su colaboración a la Enciclopedia resultó escasa. Inquisitivo con los experimentos científicos de la época, distinguió a Francis Bacon como descubridor de la elasticidad del aire y a Newton por la óptica y la gravitación universal. Además, mantuvo que Newton se había adelantado a Leibniz en la invención del cálculo diferencial y a Bernoulli en el cálculo integral. En la Corte de Berlín del rey Federico II rivalizó con el presidente de la Academia de Ciencias, Pierre-Louis Moreau de Maupertuis (1698 – 1759), quien había enunciado el Principio físico de la mínima acción: La acción (producto del trabajo por el tiempo durante el cual se desarrolla) necesaria para un cambio en la naturaleza es siempre mínima, es decir, la más económica. (Este Principio tuvo posteriormente repercusión en la mecánica cuántica). Maupertuis y su protegido Samuel Koenig, ambos profesores de Madame du Châtelet, discreparon en uno de los corolarios del Principio: Koenig sostuvo que Leibniz se había adelantado y Maupertuis, apoyado por Euler, lo acusó de fraude. Voltaire salió en defensa de Koenig y del rifirrafe sólo este salió perjudicado. Posteriormente, Maupertuis, metiéndose a metafísico, se atrevió a sugerir que la existencia de Dios podría demostrarse con una fórmula matemática y Voltaire aprovechó la ocasión para machacarle sin piedad; porque, para Voltaire, nuestros razonamientos científicos no deben dar paso a los sentimientos.
Voltaire, según Ayer, fue, en su época, sobrestimado como poeta y dramaturgo, pero subvalorado como historiador. Para Voltaire, “las artes en su conjunto no progresaron más que en las épocas de Alejandro Magno (hasta Platón, Aristóteles, Praxíteles…), de Augusto (con Lucrecio, Cicerón, Virgilio, Horacio, Vitrubio…) y de Médicis (con Miguel Ángel, Galileo…). El avance hay que buscarlo en el desarrollo de la razón humana, por eso en estos periodos se produjo una revolución en nuestras artes, nuestras mentes, nuestras maneras y nuestros gobiernos”. Voltaire defiende que, en Francia, la época de Luis XIV también fue revolucionaria por ser precursora de la era de la Ilustración, pero no tiene en cuenta que la intolerancia religiosa de Luis XIV expulsó a un millón de hugonotes. También defiende al ruso Pedro el Grande, un zar absoluto que ejecutó a su ambicioso hijo Alexis y quitó poder autónomo a la iglesia ortodoxa y a la nobleza. Admiraba y era admirado por Catalina II la Grande y, sobre todos, por Federico II, quien le quería tener siempre a su lado para dar lustre a su Corte…y le corrigiese sus poemas en francés a los que era aficionado. En sus escritos elogia a los Reyes Católicos por haber derrotado a los moros y expulsado a los judíos, pero apunta que, en la conquista de América, tanto España como Francia convertían a los indios al cristianismo y luego los destinaban a trabajar como bestias de carga, y si huían se les cortaba una pierna y eran destinados a trabajos manuales.
Durante su estancia en Inglaterra, Voltaire estudió a Locke y “traspasó sus ideas a los franceses en su obra Lettres philosophiques, engrandeciendo la influencia de Locke en Francia tanto por su teoría del conocimiento como por su visión política, sobre todo entre los filósofos y los reformadores moderados, ya que los revolucionarios siguieron a Rousseau”. Este había publicado un ensayo en el que sostenía que la ciencia, las artes y las letras eran los peores enemigos de la moral y que, al crear necesidades, son fuentes de esclavitud: ¿es preferible la vida salvaje? Rousseau, amigo hasta entonces de Voltaire, le envió el ensayo y la contestación fue la siguiente: “Nunca se ha empleado tanta inteligencia en el designio de hacernos a todos estúpidos. Leyendo vuestro libro, se ve que deberíamos andar a cuatro patas. Pero como he perdido el hábito hace más de sesenta años, me veo desgraciadamente en la imposibilidad de reanudarlo. Tampoco puedo embarcarme en busca de los salvajes de Canadá…porque el ejemplo de nuestras acciones ha hecho a los salvajes casi tan malos como nosotros”. La rivalidad entre ambos continuó aumentando: cuando la puritana Ginebra prohibió las representaciones dramáticas y Voltaire intentó que se derogara la prohibición, Rousseau se apuntó al partido puritano; cuando Voltaire escribió un poema sobre el terrorífico terremoto de Lisboa en el que ponía en duda el gobierno providencial del mundo, Rousseau contestó que el poeta no creía en Dios sino en el diablo y que si los lisboetas hubieran vivido dispersos por los bosques, como debería vivir la gente, hubieran salido indemnes. Un cariño en aumento: Voltaire trató a Rousseau como a un loco perverso y este le manifestó su odio a pesar de reconocer su talento. (Son frases de Bertrand Russell).
Voltaire era deísta, creía en la existencia de un supremo ser inteligente, necesario y eterno, que gobierna el universo. Para él, tanto Dios como la materia existen necesariamente, y esa necesidad se extiende a la ordenación del mundo por Dios: la organización de la naturaleza es la prueba de la existencia de Dios. Además, decía, se prueba racionalmente la creación por la imposibilidad de que la materia y movimiento hayan empezado a existir por sí mismas. Pero puntualizaba que “uno se ve obligado a admitir que Dios, habiendo hecho todo lo que podía, no pudo hacerlo mejor…¿por qué algunos tienen la desgracia de nacer a una vida de tormentos y a una muerte espantosa?…todo ha sido necesario”. (De lo anterior, Ayer deduce que este no es el mejor de los mundos posibles, pero es el mejor posible porque Dios no tenía poder para mejorarlo, y exclama: ¡por lo tanto, Dios es superfluo!). (¿No es más sencillo y más directo identificar esa idea de Dios con la madre Naturaleza, como hacen la mayoría de los científicos actuales?).
Voltaire arremetía contra los cristianos de tal modo que el escritor británico Lytton Strachey opinaba que estaba “demasiado ocupado en desacreditar al cristianismo como para ser un historiador aceptable”. De la misma opinión sería Blaise Pascal, el fundador de la teoría de la probabilidad, que en su libro ‘Pensamientos’ pone de manifiesto su profundo cristianismo y su creencia en la predestinación. Voltaire rebatió a Pascal punto por punto; estas son algunas de sus afirmaciones: “lo que el cristianismo tiene que demostrar es que es verdadero y que las otras religiones son falsas”; “a los hombres se les enseña a ser virtuosos, de lo contrario no lo serían”; “los judíos esperan al Mesías para que les dé el poder”; “ lo del pecado original son bobadas”; “la resurrección de Jesús y su nacimiento de virgen son objeto de fe, como todos los milagros”. En otros escritos manifiesta su deísmo: “Dones de Dios que son los fundamentos de la sociedad: la disposición de sentir piedad, el poder de comprender la verdad y el tratar al vecino como quisiera que lo trataran a él”.
¿Se ensaña con el cristianismo? Voltaire hace hincapié en que Josefo, historiador del siglo I, no menciona a Jesucristo y en que no hay en el Nuevo Testamento ninguna prueba de que él se creyera de naturaleza divina. También ironiza contra los concilios, en especial contra el primero de Nicea, el del credo: “creemos en Jesús, consustancial con el padre, Dios de Dios, luz de luz, engendrado, no creado, y creemos también en el Espíritu Santo”. (El cisma entre las iglesias ortodoxa y católica surgió porque los ortodoxos decían que el Espíritu Santo procede del Padre a través del Hijo, y los católicos que el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo, ¿o fue una lucha por el poder?). Para Voltaire, la Trinidad es un motivo de diversión fácil. También le hace gracia que en el concilio de Éfeso, Nestorio, obispo de Constantinopla, fuese condenado por decir que la Virgen no era madre de Dios, sino de Jesucristo, ya que en los Evangelios no se habla nunca de consustancialidad, ni de María madre de Dios.
Voltaire se muestra a favor de la libertad de expresión, salvo en el límite en que choque con la libertad de otros, y estalla contra la crueldad del fanatismo religioso: “el ateo, en su error, conserva la razón, que corta sus uñas, mientras el fanático se ve poseído de una locura constante que afila las suyas”; “el impresionante cúmulo de crímenes y miserias que infestaban la Tierra, en muchos casos provocados por las propias disputas de los custodios de almas”. Y grita: ¡Écrasez l’infâme! Y cuenta cómo los católicos asesinaron en Toulouse, después de que depusieran las armas ante la promesa de salvoconducto, a cuatro mil hugonotes (protestantes calvinistas) en 1562, diez años antes de la matanza de San Bartolomé. Doscientos años después, un comerciante protestante fue acusado de asesinar a su hijo mayor, convertido al catolicismo y suicidado, y condenado al descuartizamiento. (¿No era notorio que los protestantes mataban a sus hijos para evitar que se convirtieran al catolicismo?). Cuando Voltaire se enteró de estos hechos, consiguió, mediante la intersección de madame Pompadour ante el rey, la rehabilitación del ejecutado y de su familia. (Parece ser que los justicieros jueces se fueron de rositas). También cuenta Voltaire el caso de un individuo acusado de blasfemia por mutilar un crucifijo y ensuciar otro que fue condenado a arrancarle la lengua y la mano derecha y arrojarlos al fuego.
Voltaire, aunque enérgico defensor de la tolerancia, tuvo su parte de responsabilidad ideológica en la Revolución francesa. Se escandalizaba por que unas personas de no muchas luces como Lutero y Calvino fueran capaces de dividir a Europa o un ignorante como Mahoma consiguiera fundar una religión para medio mundo, mientras eminencias como Newton y Locke no tenían apenas adeptos. Pero él, tras su larga y agitada vida, es considerado lúcido, agudo, honesto y con cojones.
Johann Wolfgang von Goethe
Goethe nació en 1749 cuando empezaba el romanticismo, esa reacción contra el orden, el materialismo y la racionalidad del clasicismo que supuso una exaltacìón de la importancia del individuo y, en consecuencia, una sobrevaloración de lo subjetivo, de la imaginación, de lo emotivo y lo trascendente. En el romanticismo se valora el genio, al héroe, a lo misterioso y satánico: en la literatura, además de Goethe, ahí están Byron o Espronceda; en la pintura, Turner, Delacroix o Ingres; en la música, llamada ahora clásica en vez de romántica, Beethoven, Chopin…
¿Por qué una persona, nacida por la casual relación de una pareja y por el azaroso encuentro de un espermatozoide entre miríadas con un óvulo receptor, tiene ese afán de demostrar al mundo su individualidad? ¡Es asombrosa la lucha de este alemán por ser aplaudido como poeta, por ser conocido como científico, como filósofo y sociólogo, como político cercano al poder, por su pelea vital para ascender desde el vulgo hasta la aristocracia!
En verdad, Goethe está considerado un gigante de la literatura. En ciento treinta y tres volúmenes escribió de todo: cuentos, novelas, poesía, teatro, autobiografía y ciencia.
Su novela Penas del Joven Werther, escrita a los veinticuatro años en pleno romanticismo de juventud, estando él mismo enamorado e inspirándose en el suicidio por amor de su amigo Jerusalem, le lanzó a la fama. Después, dio a la luz su obra total, Fausto, en la que Goethe trató con la alquimia, la astrología y el misticismo utilizando el drama, la lírica, la épica, la ópera y hasta el ballet. En 1808 se publicó la edición definitiva de la primera parte del Fausto y lograron representarla en 1820. Más tarde, en 1926, el cineasta judío F. W. Murnau produjo y dirigió una carísima película muda del Fausto en Alemania. La segunda parte del Fausto no fue publicada hasta 1832, año de la muerte de Goethe. Fue considerada irrepresentable y casi incomprensible, aunque hubo un intento de lograr ese sueño de Goethe del espectáculo total.
En sus conversaciones con su secretario y discípulo Johann Peter Eckermann, Goethe asegura que “mis cosas no están escritas para la masa” y que no se ha hecho a sí mismo porque tiene influencias de Kant, de Schiller, de los hermanos Von Humboldt, de Schlegel y de otros varios. Y añade que “lo principal es tener un alma amante de la verdad y capaz de absorberla allí donde se encuentre”, teniendo en cuenta que “cualquier talento se echa a perder cuando los temas que trata carecen de valor”. Esta es la razón por la que Goethe trata temas tan interesantes como la alquimia y la astrología y también lo demónico “que no se puede resolver con la razón ni con el entendimiento”. ¿Es en estos esotéricos campos donde Goethe buscaba la verdad?
Para von Goethe las cumbres son Mozart, Rafael y Shakespeare. “Mozart, un milagro de Dios”, “Shakespeare es un gran psicólogo” y “Byron, sin negatividad, hubiera sido tan grande como Shakespeare”. “Calderón es de una grandeza infinita en lo técnico y en lo teatral”. Pero no todos son modélicos: “Voltaire, por ingenioso que sea, no presta ningún servicio al mundo” y “Nuestra Señora de París, de Victor Hugo ¡es el libro más abominable que he leído nunca! por su infortunada tendencia romántica y por sus personajes marionetas de madera”.
Con respecto a la religión, von Goethe es claro: “Las religiones no han sido transmitidas directamente por Dios, ya que serían incomprensibles, sino que han sido elaboradas por hombres destacados, Cristo, por ejemplo”; “Creía en Dios y en la naturaleza…pero querían que creyera que Tres son Uno y que Uno son Tres. Todo eso repugna al sentimiento de la verdad que hay en mi alma”; “Hay demasiadas tonterías en los dogmas de la Iglesia. Debemos mucho a la Reforma. Los católicos nos seguirán y al final Todo será Uno. También terminará el enojoso sectarismo protestante y pasaremos de un cristianismo de la palabra y la fe a un cristianismo de convicciones y de acción”. (Estos proféticos deseos aún no se han cumplido). Cree en el alma eterna “Nuestro espíritu es un ente completamente indestructible que seguirá activo eternamente”, por razones muy poderosas: “Si no dejo de obrar hasta el fin de mis días, la naturaleza estará obligada a asignarme otra forma de existencia cuando la actual haya dejado de mantener a mi espíritu”. Es que el alma (¿la mente?) de von Goethe es muy potente: “En una exposición al contagio logré apartar la enfermedad de mí gracias a una voluntad decidida…es increíble hasta qué punto la mente puede contribuir a la conservación del cuerpo”.
Von Goethe, que era aristócrata y masón, dijo: “No pienso guardar silencio frente a ninguna injusticia más, aunque eso suponga que me desacrediten llamándome demócrata”. Y clama contra los gobiernos “Ninguna gran revolución podría ser culpa del pueblo, sino del gobierno, que no está constantemente atento a hacer las mejoras propias de cada época”, que, “Con un solo trazo de su pluma envían a cien mil hombres al frente, de los que ochenta mil morirán”. Clama contra curas y pastores: “Atemorizáis a los más débiles con los horrores del infierno hasta hacerles perder la razón”, y contra pensadores: “Sembráis la duda con vuestros teoremas ortodoxos que no se sostienen frente a la razón hasta que las almas medio débiles se pierden en un laberinto”.
Von Goethe, espíritu universal, estudió las ciencias y las técnicas. Levantó teorías sobre las plantas (Ensayo sobre la metamorfosis de las plantas), la anatomía, la meteorología y la luz empleando las observaciones directas de sus ojos y de algún que otro sencillo aparato. Así, como explica en El juego de las nubes y ensayo de meteorología, pretendió predecir el tiempo con el uso del barómetro, el higrómetro, el termómetro y observando el movimiento y la transformación de las nubes (cirros, cúmulos, estratos y nimbos según la clasificación de L. Howard). Una pretensión fallida porque intentaba resolver un problema caótico que resulta muy difícil incluso para abordarlo con los potentes medios empleados en la actualidad. Más le hubiese valido quedarse en su poesía: “Todo dimana del agua…Océano, si no enviases las nubes, los ricos arroyos, los ríos, los torrentes, ¿qué serían las montañas y llanuras, qué sería el mundo? Tu eres quien mantiene la más lozana vida”
En sus teorías, Goethe implicó sus propios procesos mentales con los fenómenos naturales, interrelación que denominó morfología, entendida como el estudio de la formación y transformación tanto de las rocas, plantas y animales como de las nubes, los colores y la cultura humana. Su notable conclusión fue que “las capacidades humanas no bastan para medir las acciones del universo”, y además “no es bueno rebuscar en los misterios divinos”.
Von Goethe, considerado un gigante de la literatura, repitió en muchas ocasiones que su obra cumbre era la teoría del color, y estaba enfadado contra todos los que criticaban o incluso menospreciaban su teoría. Decía por activa y por pasiva que la teoría matemática de Newton erra un error, que no se podía entender el color aislando y estudiando un único rayo de luz “¡Qué gran capacidad de penetración es necesaria para comprender los distintos verdes!”, subrayaba. “Errores de mis rivales…yo, caminando en solitario, soy el único que se salva”, repetía excitado. La teoría del color tiene en cuenta las ilusiones ópticas y los colores complementarios inventados y defiende que la oscuridad es parte de la luz ya que se refleja. En su conjunto resulta tan oscura como la alquimia y, en verdad, no analiza la luz sino la impresión en el cerebro. El triste von Goethe no supo nada de interferencias ni de longitudes de onda, ignoró que la luz visible, con su enorme conjunto de colores, es una pequeña fracción del espectro de las radiaciones electromagnéticas.
Es fama que Johann Wolfgang von Goethe dijo cuando se estaba muriendo “¡Luz, más luz!” y que esta frase ha sido interpretada en varios sentidos, especialmente como clamor de un mayor conocimiento, pero parece ser que a continuación pidió “¡Que abran las ventanas para que entre la primavera!” Descanse en paz.