SHÓLOJOV
Mijail Shólojov nació en 1905 en Vershenskaia, a orillas del Don. Se alistó en el Ejército Rojo desde 1920 hasta 1924, entró en el partido comunista 1932 y llegó a ser miembro del Comité Central en 1961. Los cuatro volúmenes de su ingente obra ‘El Don apacible’, que según Norman Mailer es la mejor novela rusa del siglo XX, los escribió en doce años (1928-40) y le valieron el premio Stalin (1941) y el premio Nobel (1965). Soljenitsin decía que el primer volumen, escrito siendo Shólojov un joven inexperto, era un plagio del escritor cosaco Fiodor Kruikov, muerto en 1920, y alegaba que la calidad del primer volumen no tuvo continuidad en los siguientes. La novela transcurre durante la Primera Guerra Mundial contra Alemania, pero centrada en las luchas entre zaristas, rusos blancos y bolcheviques rojos. Los cosacos, protagonistas principales, también pelean entre sí porque unos están a favor de los blancos y otros prefieren a los rojos. Dicen: «Antes nos iba bien y ahora… los mismos calzones, pero con la bragueta hacia atrás». «Creen que el cosaco y el látigo son una misma cosa, que el cosaco es un salvaje que en lugar de alma tiene una botella… nosotros somos personas como los demás». Y cantan: «Pero nuestro Don, el Don apacible, nuestro padre, también es orgulloso. No se humilla ante el musulmán, no pide apoyo a Moscú y saluda al turco con su afilado sable… De año en año, la estepa del Don, nuestra madre, por la Virgen Purísima, por nuestra fe ortodoxa, por el Don libre, que corre encrespado, al combate llamó contra el enemigo…»
En la novela ‘Lucharon por la Patria’, Shólojov narra los combates en el Don de un regimiento del Ejército Rojo contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Son heroicos combatientes proletarios con gran fe y moral de victoria que gritan: «¡Maldito alemán, que parásito tan malo eres! Convertiré a los tanques en chatarra y a los tanquistas en pedazos de carne asada». Y que reciben la felicitación del general: «¡Soldados! ¡Vuestra patria y nuestro gran Stalin no olvidarán nunca vuestra heroicidad y vuestro sacrificio!» Mucho han cambiado los cosacos, ‘los hombres libres’, desde los tiempos de Taras Bulba…
SOLJENITSIN
Alexander Soljenitsin, premio Nobel de literatura en 1970, nació en 1918 de familia cosaca. Se graduó en matemáticas y cursó literatura por correspondencia. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó como capitán de artillería. En 1945 fue arrestado al intervenirle cartas en las que criticaba ardorosamente a Stalin y al régimen soviético, confesándose socialista. Enviado a lo que él denominó Archipiélago (el conjunto de campos de trabajo) Gulag (acrónimo oficial para designar los campos) cumplió ocho años de condena. Soljenitsin nos cuenta que los campos y las prisiones de tránsito se extendían desde el estrecho de Bering hasta el Bósforo y que había más de doscientos. Allí iban, revueltos, delincuentes y políticos, pasando por las celdas de tránsito en las que metían veinte veces más personal del que cabía normalmente y en las que de cuando en cuando tenían que orinar en las botas y disfrutar de un plato para cuatro. Los campos de trabajo fueron pensados por Marx para corregir al delincuente mediante el trabajo productivo. En los campos se pasó de la enmienda por el trabajo al exterminio por el trabajo… porque para cámaras de gas no había combustible. Según Soljenitsin, los campos eran económicamente ventajosos, ya que utilizaban mano de obra gratuita que trabajaba con pico y pala, herramientas baratas. Así construyeron los grandes canales del Volga y Belomor, explotaron las minas sin seguridad y con silicosis, y los tendidos telefónicos.
Soljenitsin nos cuenta también los interrogatorios para inculpar a los acusados y los compara con los de la Gestapo. Dice que los nazis buscaban la verdad y cuando se retiraba la acusación ponían en libertad al torturado; pero la KGB, no: querían cifras altas, querían el poder, traer a cualquiera, aun al más importante, a su presencia como acusado. Soljenitsin califica a los interrogadores de malvados, que se justificaban y adquirían la dureza con la ideología, con la teoría social que ante ellos mismos y ante los demás les ayudaba a blanquear sus actos.
A pesar de todos los sufrimientos y humillaciones, Soljenitsin exclama: ¡Bendita seas prisión, por haberte cruzado en mi camino! Sus reflexiones le proporcionaron una ‘elevación’, algo que no conseguía la inmensa mayoría. Según Shalamov, el autor de ‘Relatos de Kolyma’, «el campo es una escuela de vida total e irremediablemente negativa», mientras que Guinsburg afirmaba que «la cárcel elevaba a los hombres, el campo los corrompía». Quizá la experiencia anímica personal de Soljenitsin proviniera de que fue lo que él denomina ‘un enchufado’, es decir, un recluso que no estaba destinado a trabajos generales, los más penosos. Incluso confiesa que, por temor a un traslado invernal posiblemente letal, firmó como delator de evasiones, aunque nunca delató a nadie. Después, haciéndose pasar por físico nuclear, dio con sus huesos en un campo de investigación paradisiaco y consiguió conservar la vida.
Soljenitsin fue rehabilitado en 1956. Se dedicó a enseñar matemáticas y a escribir. Sus novelas ‘Un día en la vida de Iván Denisovich’ (en un campo, 1962) y ‘El primer círculo’ (investigando matemáticas en el campo, 1968) le valieron el premio Nobel, premio que no recogió por miedo a que no le dejaran volver a Rusia. Cuando publicó ‘Archipiélago Gulag’ fue de nuevo arrestado y exiliado: en Suiza tomó posesión del Nobel. No recuperó la nacionalidad rusa hasta 1990 y pudo volver a su patria en 1994.