Vargas Llosa: Citas y anotaciones de las obras de grandes escritores (15)

VARGAS LLOSA

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació en Arequipa (Perú) en 1936. Recibió educación primaria en Cochabamba (Bolivia) donde su abuelo era Cónsul de Perú. En 1950 entró en una escuela militar en Lima y , después, trabajó como periodista y locutor de radio. Se doctoró en la Universidad Central de Madrid con una tesis sobre Rubén Darío y desde 1959 hasta 1966 vivió en París. Tras pasar por Londres, la Universidad de Washington y Barcelona, volvió a Lima en 1977. (Después de casarse con su tía lo hizo con su prima). Se presentó a la presidencia de Perú y perdió frente al ‘Chino’ Fujimori. En 1993 se nacionalizó español y en 1994 fue nombrado académico de la Real Academia Española. Tras haber conseguido todos los premios importantes en lengua española (Cervantes, Príncipe de Asturias, etcétera), la Academia Sueca le concedió el premio Nobel de literatura en el año 2010.

A los dieciséis años, Mario Vargas Llosa publicó ‘La huida del Inca’, una obra de teatro en tres actos. En 1963 vio la luz su primera novela, ‘La ciudad y los perros’, que transcurre en la violenta y corrupta escuela militar que conoció. En ‘La casa verde’ (1966) combina elementos populares y heroicos de la jungla, y en los relatos ‘Los cachorros’ (1967) retrata a un adolescente castrado accidentalmente. En 1969 llega su primera gran obra, ‘Conversación en la catedral’, en la que repasa el Perú de los dictadores anticomunistas y anti apristas Odria, Prado y Belaúnde, así como las revueltas estudiantiles – pequeñitas -, las aventuras de un secretario y ministro del Interior, la vida y milagros de los limeños de clase alta y de sus criados con un trasfondo – pequeñito – del pueblo llano: El joven Varguitas, con mucho intento de hacer literatura, escribe su primera tesis doctoral aspirando al Nobel. A ‘Pantaleón y las visitadoras’ (1973), una sátira del ejército peruano y del fanatismo religioso, siguieron ‘La tía Julia y el escribidor’ (1977), escrita en contrapunto y con alusiones a «esas esencias argentinas… la cojonudez y la mariconería», y la enorme ‘La guerra del fin del mundo’ (1982), una novela sobre los conflictos políticos de Brasil en el siglo XIX, de la que dicen ser una nueva versión de un autor brasileño. (Pero, aún así, valió la pena). La ‘Historia de Mayta’ (1984) trata sobre la vida de un trotskista que soñó una revolución frustrada. La novela ‘Lituma en los Andes’, premio Planeta 1993, está compuesta de varias historias mezcladas: narcotraficantes y militares, el amor de un guardia y una prostituta, los terribles maoístas nazis de Sendero Luminoso, los mitos supersticiosos de los ‘serruchos’ andinos con sacrificios humanos incluidos… Una novela compleja, bien estructurada, un pelín demagógica y patriotera a veces, con una enorme cantidad de palabras, nombres peruanos y frases que en puro castellano significarían otras cosas o no existirían.

En 1993, año de tantas cosas en su vida, Mario Vargas Llosa publica ‘El pez en el agua’, un libro de memorias en el que exhibe su ideología política. «Desde mi desencanto con el marxismo… sospeché que la fascinación de los intelectuales con el estatismo derivaba tanto de su vocación rentista como de su incultura económica». «Las economías igualitarias basadas en la solidaridad nunca han sacado a un país de la pobreza; siempre lo han empobrecido aún más». «Pacificar el país (Perú) era una prioridad. El terror (Sendero Luminoso y MPL) había que combatirlo a cara descubierta, movilizando a campesinos, obreros y estudiantes y poniendo a las autoridades al frente». «Privatizaciones, apertura a la financiación extranjera, empleo a tiempo parcial, etcétera». Y su técnica literaria: «Lo que hice después como novelista: usar una experiencia personal como punto de partida para la fantasía; emplear una forma que finge el realismo mediante precisiones geográficas y urbanas; una objetividad lograda a través de diálogos y descripciones hechas desde un punto de vista impersonal y, por último, una actitud crítica de cierta problemática».

No se le acaba la cuerda a don Mario; tras exhibir su fina vena incestuosa en ‘Los cuadernos de don Rigoberto’ (1997), se mete con el marine, el hombre que no suda, el Gran Benefactor (de Santo Domingo, que él mandó llamar Ciudad Trujillo), el amo de todo, el chivo follador, el poseedor de grandes fortunas, el jefe de los torturadores y asesinos: Rafael Leónidas Trujillo. También describe a los autores del atentado contra el tirano: sus vidas, sus miserias y su chapuza: ¡Programar un atentado de tal dimensión sin preparar la huida!

‘El paraíso en la otra esquina’ (2003) es una novela doble en la que imagina la vida de la peruana andaluza Flora Tristán, antepasada de don Mario, creadora de la Unión Obrera (su lema: por las mujeres – esclavas – y por los obreros marginados – eslavos -) y de su nieto, el pintor impresionista en busca del edén en Tahití Paul ‘Koke’ Gauguin, autor de cuadros tan conocidos como ‘El pequeño soñador: un estudio’ o ‘¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?’, del que se dijo que «era un artista reputado, pero enemigo de Dios y de todo lo que es decente en esta tierra». Flora era seguidora de Charles Fourier, muerto en 1837, y de Victor Considèrant, que presidía el movimiento fourierisra desde la muerte del maestro. Pero «su pecado original era el mismo que el de los sansimonianos: no creer en una revolución hecha por las víctimas del sistema… sostenían que la reforma de las sociedades se haría gracias a la buena voluntad y el dinero de los burgueses iluminados por sus teorías». Ellos crearon «el falansterio, con sus cuatrocientas familias, de cuatro miembros cada una… constituiría una sociedad perfecta, donde se pagaría más a los trabajadores más aburridos y sacrificados y menos a los más divertidos y creativos».

En «El sueño del celta’ (2010), don Mario Vargas trata de la vida del irlandés Sir Roger D. Casement (1864 – 1916), cónsul británico que reveló la atroz crueldad con que eran tratados los recolectores de caucho en Congo y Putumayo (Perú), lo que le valió el título en 1912 cuando volvió a Irlanda enfermo. Aunque era de una familia protestante del Ulster, siempre había simpatizado con los católicos irlandeses. Adhiriéndose a ellos, viajó en 1914 a Nueva York a pedir ayuda para las fuerzas antibritánicas y a Alemania esperando apoyo para el movimiento independentista. Cuando fracasó en su intento de formar una brigada de prisioneros de guerra irlandeses para luchar contra Inglaterra, fue hecho prisionero y ahorcado en Londres.

(Hay más productos posteriores de la imaginación y del saber de don Mario, el prolífico escribidor, pero aquí cortamos el relato).

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