Thomas H. Huxley
El inglés Thomas Henry Huxley (1825-1895) era hijo de un modesto maestro de escuela. Sin titulación, se embarcó como sanitario llevando un microscopio para estudiar a los peces. Por sus publicaciones, fue nombrado miembro de la ‘Royal Society’ y posteriormente doctor ‘honoris causa’ por varias universidades. Además de sus estudios en paleontología, taxonomía de los pájaros y etnología, fundó el ‘Royal College of Science’ y lideró la reforma educativa elemental y superior de su país. Considerado como el creador del concepto religioso del agnosticismo, enunció la declaración de independencia entren la Ciencia y la Religión. En la actualidad se le cita principalmente por haberse erigido en el defensor principal de la teoría de la evolución del enclaustrado Darwin. (¡Qué estúpido fui por no haberlo pensado!, dijo). En el extraordinario museo de Historia Natural de Londres puede admirarse una sala dedicada a la evolución montada por él.
Julian y Andrew Huxley
Al feliz matrimonio de T.H.Huxley y Henrietta le vivieron siete brillantes hijos. Uno de ellos, el escritor y biógrafo Leonard (1860- 1933) también fue afortunado con su descendencia: el hijo mayor, el biólogo Sir Julian (1887-1975), conocido por sus trabajos en hormonas, ornitología, ecología y, sobre todo, en evolución, fue el primer director general de la UNESCO; el menor, Sir Andrew (1917-2012), logró el premio Nobel de Fisiología o Medicina por sus aportaciones a la elucidación de la transmisión del impulso nervioso; entre ellos, el escritor y pensador Aldous (1894-1963), que no fue nombrado caballero de Imperio Británico.
Aldous Huxley
En 1932, Aldous dio a luz a su novela más famosa: ‘Un mundo feliz’, donde los niños nacen en incubadoras programadas para determinar un sistema de castas, unos seres reducidos al automatismo, una sociedad totalmente científica con la evolución impedida, una alegoría que nos advierte de que el progreso tecnológico pudiera ser utilizado para el acondicionamiento de los niños o para la aparición de un Gran Hermano tan ubicuo como Dios. En 1945 publicó la ‘Filosofía perenne’ que es aquella que «reconoce una divina Realidad, una Base inmanente, es decir, una Unidad en la Bondad». Aldous rastrea el misticismo, esa ansia de liberación que solo puede alcanzarse mediante la percepción de la identidad del espíritu individual con el Espíritu Universal, y lo encuentra en todas las religiones: en el hinduismo, en el budismo, en el hasidismo del judaísmo, en el islamismo de los sufíes, en el cristianismo platónico, en el gnosticismo, en San Agustín, en Meister Eckhart, en Santa Teresa de Ávila, en San Juan de la Cruz y hasta en el misticismo cósmico de Spinoza, Goethe y Blake.
Aldous Leonard Huxley, de profundas raíces científicas familiares, necesita investigar los mecanismos cerebrales que conducen a las visiones místicas. Él había utilizado la palabra soma en ‘Un mundo feliz’ en recuerdo de la droga psicodélica de origen dudoso (quizá extraída del hongo amanita muscaria) empleada por los religiosos hindúes para influir en el comportamiento de los fieles, y estaba interesado por el culto del ‘Espíritu del Peyote’ heredado de los aztecas. Él sabe que la disminución de la concentración de glucosa supone una mengua en la eficiencia cerebral, lo que puede permitir la aparición de procesos mentales atípicos; así, la escasez de alimentos en los inviernos medievales seguida de los ayunos de la Cuaresma pudieron propiciar, por debilidad del cerebro, la plétora de visiones místicas que hubo en la época. También conoce que el peyote, un cactus, contiene un alucinógeno: la mescalina, una sustancia cuya fórmula molecular está emparentada con la adrenalina, que causa cambios en la conciencia similares a los de la esquizofrenia al impedir (según interpretan algunos) la producción de las enzimas que regulan el suministro de glucosa a las células cerebrales. A fin de obtener datos experimentales acerca de lo que sienten un visionario o un místico, Aldous toma una determinación: se droga con 400 miligramos de mescalina bajo el control de su mujer y de un médico amigo, que hacen de observadores externos. Cuenta que las impresiones visuales se intensifican, que el interés por el espacio disminuye y el interés por el tiempo se reduce casi a cero, convirtiéndose el sujeto en un contemplativo que percibe lo infinito y santo y al que no le interesa ni el placer ni el poder. Pero es consciente de que cada individuo puede experimentar efectos diferentes; así, un esquizofrénico o una persona en condiciones desfavorables pueden tener visiones infernales, mientras que un drogado sano y sin problemas de hígado podrá tener visiones celestiales.
Además de la mescalina se conocen otros alucinógenos que pudieron ser el vehículo , y no las escobas, de los ‘viajes’ de las brujas. La psilocibina y la psilocina, contenidas en hongos y que actúan más rápidamente y con cantidades mucho menores que la mescalina (unos 20 miligramos) bloqueando la acción de la serotonina, el transmisor de los impulsos nerviosos. Incluso hay sustancias como la dietilamida del ácido lisérgico (LSD-25: con solo 0,1 mg su efecto puede durar varios días) consumida por los hippies en su búsqueda de una experiencia trascendental que iluminase un cambio de conciencia en la sociedad. Las drogas psicodélicas, al provocar una pérdida de la individualidad y una experiencia mística y religiosa pueden producir conversiones ¡Por eso hay quien dice que se han usado hostias impregnadas en sustancias visionarias!
No solo con alucinógenos se droga la gente ¿Cuántas personas son dependientes de estimulantes, tranquilizantes, euforizantes o antidepresivos? El opio, tan antiguo, además de ser un fuerte analgésico, elimina inhibiciones y desarrolla el ego. Contiene varios alcaloides, de los cuales el mayoritario es la morfina, que es efectiva con unos cinco miligramos, aunque como desarrolla rápidamente tolerancia, el usuario puede llegar a consumir hasta cinco gramos diarios. La heroína, el alcaloide más adictivo, se sintetiza a partir de la morfina (es diacetilmorfina) y tiene una potencia diez veces mayor. También sintética es la metadona, tan potente como la morfina y empleada en tratamientos de desintoxicación. Son relajantes y euforizantes los barbituratos, los bromuros, el hidrato de cloral y el paracetaldehído, que producen una sensación de bienestar en dosis adecuadas. Estimulantes de gran consumo son la nicotina, la cafeína o la teína, la cocaína o las anfetaminas, que facilitan la atención y la concentración, como bien saben los estudiantes. Tranquilizantes como la reserpina, la torazina o las fenotiazinas se emplean en el tratamiento de la hiperactividad y la epilepsia. Al cannabis (hachis, kif, marihuana o simplemente maría), paliativo del glaucoma, muchos lo consideran más peligroso y menos potente que el alcohol. Mejor que alcohol, llamémosle vino tinto de uvas tempranillo, o vino blanco de verdejo, llamémosle güisqui de malta o anís del mono con su cara de Darwin…