NAIPAUL
El premio Nobel de literatura 2001 lo obtuvo V.S. Naipaul, un nieto de agricultores hindúes emigrantes nacido en Puerto España (Trinidad) en 1932. (Los descendientes de hindúes, junto a los pakistaníes, constituyen la mayoría de la población de la República de Trinidad y Tobago, formada por la isla de Trinidad con más de un millón de habitantes, situada frente a Venezuela, y la pequeña Tobago). Hacia 1981 Naipaul publicó ‘Entre los creyentes. Un viaje por el islam’, donde contempla los modos de vida y el aspecto de los campos y ciudades de India, Indonesia, Irán, Pakistán y Malasia, a la vez que entrevista tanto a personalidades políticas y religiosas como a gente corriente.
Al llegar a la India de sus ancestros, Naipaul nos advierte que «es necesario saber mucho para entender a la multitudinaria India», y no es extraño: hay que saber mucho para comprender a un país de más de tres millones de kilómetros cuadrados habitado por casi mil quinientos millones de personas, donde, aunque un tercio hablan hindi, coexisten unas mil quinientas lenguas, donde, aunque el hinduismo es muy mayoritario (80 %), hay sijs, musulmanes (10 %), protestantes, católicos y budistas. Un enorme país invadido sucesivamente por persas, por Alejandro, por los musulmanes, por los turcos, por los portugueses y holandeses, por los británicos con la reina Victoria como emperatriz. Un enorme país que no conoció la independencia hasta 1947, pero sujeta a la partición entre la hindú India y la musulmana Pakistán.
Naipaul llega a Bombay (ahora Mumbai), una ciudad con diez millones de habitantes con puerto en el mar Arábigo, y visita un barrio de chabolas que es, quizá, el más grande del mundo, con su parte hindú y su parte musulmana (fundamentalista). El barrio tiene adosada una zona industrial con fábricas de cuero y productos químicos y , para el autor, el hedor es insoportable. En el centro de la ciudad muchas familias viven en lo que llaman ‘cocina con habitación’… y la habitación mide tres por tes metros, que son nueve metros cuadrados. Hay también pisos mayores, por ejemplo, de dos habitaciones de quince metros cuadrados que pueden alojar, como media, a familias con siete hijos e hijas.
Naipaul nos cuenta la antigua marginación a que eran sometidos los intocables: por ejemplo, las castas superiores, además de utilizar el río corriente arriba, no permitían que los intocables tocaran el agua compartida, se la vertían en las manos. En Bombay, los salit, antiguos intocables, veneran a su defensor Ambedkar, un anticomunista llamado el Cristo que desplazó a Ghandi, y tienen una facción agresiva, los Panteras Salit, fundada por un poeta a semejanza de los panteras negras estadounidenses. Las antiguas castas superiores también tienen su organización agresiva, el ejército de Siva (el Siv Sena) que pelea contra los musulmanes, a veces con muertes. Todos ellos son hinduístas, con sus rezos diarios y sus supersticiones. Una antigua rama del hinduísmo son los jainistas, aspirantes a la pureza absoluta: no comen carne ni huevos y evitan eliminar vidas (Rudyard Kipling, en su novela ‘Kim’, cuenta que iban barriendo el suelo por delante de sus pasos para no matar ningún ser vivo); todas las mañanas deben bañarse, vestirse con un trozo de tela sin coser e ir descalzos al templo a orar; pero actualmente tiene fama de ser unos astutos negociantes.
Naipaul viaja a Bangalore, la gran ciudad (de unos tres millones de habitantes) donde se concentran las instituciones científicas del sur impulsadas por brahmanes ortodoxos. Los colegios impartían e imparten enseñanza bilingüe porque los hindúes están convencidos de que los alumnos tienen que aprender inglés, ciencia y tecnología; no obstante, los brahmanes tienen conflictos entre la ciencia y su modo de vida religioso, con sus oraciones (‘pujas’), con sus deidades familiares y con sus ritos ancestrales: por ejemplo, «si la sombra de una persona de casta inferior recaía sobre la comida era un asunto grave, pero si ocurría mientras estabas comiendo tenías que dejar de comer». Pese al impulso tecnológico y científico, Naipaul detecta todavía la gran influencia de los astrólogos, uno de los cuales declara: «Para aprender astrología, primero hay que aprender todas las demás ciencias. Antes de prescribir ciertas medicinas hay que buscar las condiciones planetarias… Algunas solo funcionan bajo los rayos del Sol, de la Luna, de Marte o Mercurio… Podría predecir el futuro si me dice la hora exacta en la que nació, pero si hay un error de un minuto la diferencia es enorme». Además, Naipaul dice que en India proliferan «las aceras a medio hacer, las calles llenas de baches con remolinos de polvo y suciedad, de cosas que se tiran y quedan allí como basura: nada parece terminado». Y, sobre todo, «el desperdicio del potencial de muchas mujeres valiosas a las que nadie considera importantes», como dice una universitaria.
Naipaul se desplaza hasta Madrás, la ciudad tamil situada en la costa del golfo de Bengala, en cuya área metropolitana viven más de cinco millones de personas. Y recuerda que «el movimiento sindical en India estaba basado en los principios de la filosofía gandhiana: la verdad y la no violencia, producir antes de exigir»; piensa que «¿no habría en India una extensión de la pobreza santa, de que es malo para los dioses superarse a sí mismo?» En Madrás contempla una estatua con la siguiente inscripción: «Periyar, el profeta de la nueva era, el Sócrates del sureste asiático, padre del movimiento social y enemigo declarado de la ignorancia, las supersticiones, las costumbres absurdas y los sinsentidos». Es el pensamiento de los tamiles, que se manifiesta en contra de los brahmanes y del lenguaje hindi, y a favor del inglés y del tamil.
Después, Naipaul se dirige al noroeste de India, a Calcuta, la ciudad que construyeron los británicos y que «cuando la dejaron comenzó a morir» ahogada por una aglomeración de doce millones de personas. Allí fluye el río sagrado, el Ganges, en cuyas orillas, según el viajero Blasco Ibáñez, las cremaciones de los cadáveres se hacían con maderas aromáticas para los ricos y de misericordia para los pobres, arrojando las cenizas y flores al río. Allí le dieron a Naipaul noticia del poeta hindú de amplia visión, Rabindranath Tagore, dirigente del movimiento de independencia, un hombretón de físico impresionante que contrastaba con su débil voz aguda, así como del fisiólogo J.C. Bose, del físico estadístico S. Bose, coautor con Einstein de la teoría del estado condensado de la materia ultrafría, y de la Madre Teresa, directora del único hospital de Calcuta que admitía indigentes moribundos. Allí estableció Naipaul relación con hindúes dedicados a la moderna mercadotecnia (reconocer y satisfacer una necesidad comercial no cubierta) que todavía conservaban las antiguas costumbres: antes del matrimonio, el novio y su familia visitan a la familia de la recatada novia y se intercambian horóscopos esperando que no sean desfavorables.
La ciudad de Lucknow, situada en la ruta de comunicación entre Delhi y la pakistaní Lahore, la encuentra Naipaul poblada, además de por los hindúes, por musulmanes chiíes que no se fueron a Pakistán y a cuyas mujeres el restrictivo Corán les concede más derechos que tienen las hindúes. Allí mantiene diálogos con filósofos y políticos hindúes: «En tiempos anteriores a la Primera Guerra Mundial, India era un país impotente, pisoteado, despojado de sus riquezas, con siervos siempre trabajando en el campo o construyendo fortificaciones para reyes que cambian y reinos de fronteras fluctuantes. Así, los hindúes son incapaces de libertad civil; quienes tienen necesidad de ella, no la desean». «Gandhi hizo una nación de nosotros. Éramos como ratas. Hizo hombres de las ratas». «La religión ha matado más personas y destruido más propiedades que cualquier otra cosa. La profesión más antigua del mundo no es la prostitución, es el sacerdocio. La oración fomenta el egoísmo y la adulación».
En Amritsar, Naipaul se entrevista con los sijs. Separados del hinduísmo de la mano del gurú Nanak, el fundador, crearon y sostuvieron un reino independiente en el Punjab, alimentando una raza de admirables y fuertes soldados. Los sijs tenían un concepto de la divinidad basado en la justicia y en la benevolencia, diferenciándose de las otras religiones: «El hinduísmo es la religión más violenta del mundo. En el poder islámico hay opresión y crueldad», declaran.. Los sijs no condenaban a muerte, pero en los últimos tiempos se contaminaron de terrorismo y los hindúes asaltaron el Templo Dorado, su santuario. Como represalia mataron a Indira Ghandi en 1984, lo que originó posteriormente que los terroristas fueran sitiados y masacrados en el Templo, acción en la que también murió el gurú Bhindrawale, del que dicen que no era terrorista.