En el año 2001 falleció el cosmólogo inconformista Sir Fred Hoyle, nacido en Yorkshire, Inglaterra, en 1915. Fue un permanente instigador de controversias que, además de las revistas científicas ‘serias’, utilizó los medios de difusión populares para polemizar sobre problemas candentes de la vida y el universo. Por ejemplo, defendió que el origen de la vida en la Tierra podía ser debido a la llegada de sustancias químicas e incluso de bacterias procedentes del espacio exterior. Para que esta teoría, conocida como panspermia, tenga visos de validez, es necesario no solo que las bacterias se produzcan en algún hipotético criadero espacial, sino que sean capaces de resistir las extremas condiciones interplanetarias. En todo caso, esta hipótesis (que no teoría) no resuelve el problema del origen, solamente lo lleva a otro punto.
La contribución científica más perdurable de Hoyle quizá sea su estudio sobre la síntesis de elementos químicos en el interior de las estrellas. En su artículo ‘Un esquema de la historia de la materia’ dice: «Sabemos algo importante de lo que ocurre en las estrellas. Nuestro conocimiento es más completo en los aspectos nucleares del problema que en la astrofísica… (porque) en las tres últimas décadas se han hecho mayores esfuerzos y gastos… para investigar la física nuclear que para estudiar la astronomía… No creo que pueda obtenerse nada realmente importante de la exploración del montón de escoria que constituye la superficie de la Luna… y la NASA existe con el fin de poner un hombre en la Luna». También explica: «En las estrellas, a unos diez millones de grados, en la fusión de hidrógeno a helio domina la cadena protón y a los veinte millones de grados tiene lugar mediante el ciclo carbono – nitrógeno. En las estrellas gigantes surge la fusión del helio en carbono y oxígeno, es probable que, en ellas, tengan lugar tanto la combustión del helio como la del hidrógeno, la del helio en los alrededores del centro y la del hidrógeno en la parte exterior». Después de dar las abundancias relativas de los elementos en el sistema solar y en otras estrellas parecidas al Sol, Hoyle afirma: «Las criaturas como nosotros dependen del equilibrio entre el carbono y el oxígeno. No podríamos existir en las partes del universo en las que el oxígeno fuera mucho más abundante que el carbono».
Sir Fred Hoyle propuso en 1948 la teoría del estado estable del Universo y la formuló, junto al astrónomo Thomas Gould y el matemático Hermann Bondi, en términos de la teoría general de la relatividad. En su libro de 1956 ‘Galaxias, Núcleos y Quasars’, Hoyle afirma: «El concepto de un mundo con principio pero sin fin, es una parte de la cultura judaica y de ahí se deriva la cristiana. Hay otra descripción: un universo sin principio pero con un fin, como puede verse simplemente invirtiendo el tiempo. La preferencia por una de ellas sería incurrir en un error de lógica». (Aunque Hoyle recuerda la opinión de Wolfgang Pauli: «eso es filosofía y, por tanto, un sinsentido»). Y también: «En la pasada década estuvieron las llamadas teorías Big Bang (término irónico acuñado por Hoyle que fue aceptado unánimemente) con el universo comenzando al mismo tiempo, y ha habido la teoría del estado estable, con su creación de nucleones ocurriendo gentilmente todos a la vez. Quizá los quasars sean la indicación de que el universo tiene cantidades de pequeñas explosiones, mucho más violentas que las tranquilas del estado estable, en lugar de una grande».
En las conferencias ‘Desarrollos recientes de la cosmología’ pronunciadas en 1971 y publicadas en 1972. Hoyle se defiende de los ataques recibidos a su modelo: «El universo puede no ser estático con tal de que sea estacionario. Y esto es lo que consigue el modelo del estado estable. Cierto es que se exige la creación continua de materia, pero los modelos de Friedmann requieren que la materia fuera creada toda de una vez en el momento del origen del universo; y si la materia puede crearse de golpe, ¿por qué no de manera continua?». Y también: «La mayor bofetada que ha recibido el modelo estacionario ha sido el descubrimiento de un fondo de microondas que proviene uniformemente de todas las partes del cielo… tiene que proceder de un campo de radiación primitivo que existiera en el origen del universo… pero este argumento es débil. La proposición correcta es que la radiación puede provenir de fuentes conocidas».
Fred Hoyle, apoyándose en los datos experimentales del astrónomo Halton Arp de los observatorios Mount Wilson y Palomar (que describe en su libro de 1987 ‘Controversias sobre las distancias cósmicas y los cuásares’), quien afirma que «los desplazamientos al rojo no son indicativos de las distancias a las fuentes, pueden depender de otra cosa que no sea la distancia», poniendo así en entredicho la relación de Hubble en la que se basa tanto la organización como la edad del universo. Según Arp, los cuásares (o quasars, las galaxias consideradas como las más lejanas debido al elevado desplazamiento al rojo de su radiación) se originan al ser expulsadas a gran velocidad (de ahí su gran desplazamiento al rojo) de otra galaxia a la que está asociada y cuyos datos indican que se encuentra a una distancia significativamente menor. Con estos datos, Hoyle supone que «podría haber dos clases de objetos completamente diferentes que han sido agrupados como cuásares, unos más brillantes cuyos desplazamientos al rojo serían debidos a la distancia y otros más pequeños, violentos y activos, cuyos desplazamientos podrían tener un origen distinto».
Hoyle se sale también de los límites del consenso entre científicos y, con Narlikar, presenta la teoría de la gravedad conforme, en la que afirma que la masa es proporcional al tiempo y que la constante gravitatoria, G, disminuye con el tiempo. En el universo en expansión con creación continua de materia (estado estacionario de Hoyle), la materia nueva tiene una masa menor y va creciendo con el intercambio de gravitones. Con esta teoría, dice Hoyle, se resolverían los problemas de los movimientos de las estrellas y planetas igual que lo hace la teoría usual. Además, en nuestro medio ambiente local, el aumento de la masa se detectaría en los movimientos lunares y alteraría la historia climática de la Tierra. Una disminución de G de diezmilmillonésimas por año originaría un aumento del radio terrestre de seis a diez kilómetros cada cien millones de años.
Aunque a Sir Fred no le tiene en cuenta actualmente el grueso del pelotón científico, el siguió pedaleando por caminos alternativos hasta su muerte.