La fusión caliente y la fusión fría

Ante la problemática económica, social y política que suscitan las centrales nucleares, los científicos y técnicos estudian y prueban cómo domesticar la bomba de hidrógeno, cómo reproducir la energía de las estrellas, cómo aprovechar la fusión nuclear. Ellos saben que la reacción termonuclear de fusión que requiere menor temperatura de ignición (¡solo unos cientos de millones de grados!) es la que tiene lugar entre dos núcleos ligeros: los dos isótopos del hidrógeno, el deuterio y el tritio, que, además, es la reacción con mayor ganancia energética. (Aunque también se estudian otras parejas). A tales enormes temperaturas, los átomos se encuentran en el estado de plasma, es decir, los núcleos están libres y con una gran energía cinética que les permite penetrar a través de la barrera de repulsión eléctrica del vecino y fusionarse con él, dando lugar a núcleos de helio 4, desprendiendo neutrones y una grandísima cantidad de energía.

Pero, ¿dónde y cómo lograr semejantes condiciones de reacción? Los países europeos han apostado por el Tokamak, un descomunal aparato toroidal en el que se confina el plasma mediante un campo magnético que lo somete a una presión que debe compensar la expansión del plasma para que este no toque las paredes y se enfríe. La altísima temperatura debe alcanzarse suministrando muchos megavatios de potencia ¿Y de dónde se obtienen el deuterio y el tritio? El hidrógeno 2 es relativamente abundante en el agua (dicen que con el deuterio que hay en una piscina olímpica se abastecería de energía eléctrica a una población de 100.000 habitantes durante una año) y el hidrógeno 3 se produce por la captura neutrónica del litio que se coloca rodeando al plasma. Aunque se pretende conseguir el confinamiento del plasma durante al menos un segundo, esto resulta difícil porque el sistema se desestabiliza.

Los estadounidenses están experimentando el confinamiento inercial de las mezclas de deuterio y tritio en microbolas, comprimiéndolas y calentándolas mediante ondas de choque de mil millones de atmósferas producidas por un conjunto de hasta doce láseres. El reactor es similar a los de fisión.

Estos son los procedimientos actuales para imitar la energía de las estrellas. Tienen la ventaja sobre la fisión nuclear de que los materiales son abundantes, solo precisan una pequeña masa crítica y producen muchas menos cenizas radiactivas. Además, la cantidad de energía desprendida en las reacciones de fusión es unas treinta veces mayor que en las de fisión (un gramo de deuterio daría tanta energía como 9.500 gramos de gasolina). Por estas razones, la fusión nuclear es considerada la energía del futuro, limpia e inagotable, pero muchos maliciosos dicen que es la energía del futuro… y siempre lo será (aunque sigue habiendo avances e invirtiéndose mucho dinero).

En medio de esta situación, con una energía de fisión controvertida y una energía de fusión casi inalcanzable, aparecen dos investigadores, el británico Martin Fleischmann y el estadounidense Stanley Pons, anunciando que consiguen la fusión nuclear en el laboratorio, a temperatura ambiente y con un aparato que puede construir un estudiante de enseñanza media ¡La fusión fría ha llegado! En 1989 informan, en una nota preliminar publicada en la prestigiosa revista Journal of Electroanalytical Chemistry, que han conseguido la fusión de núcleos de deuterio a temperatura ordinaria en una célula con agua pesada como electrolito y paladio como electrodo negativo (ambos materiales de producción industrial). El metal paladio absorbe, como una esponja, hasta un 5% de moléculas de hidrógeno o de deuterio, con lo que la presión de estos gases en el interior del metal puede llegar a ser ¡de cuatrillones de atmósferas! Una presión tan enorme haría que los núcleos de deuterio venciesen la repulsión electrostática y se fusionaran. Fleischmann y Pons informan en su artículo que observaron la producción de un gran cantidad de calor en el electrodo de paladio y midieron el desprendimiento de neutrones y rayos gamma con un modestísimo resultado.

La noticia estalla. En muchos laboratorios de todo el mundo se intentan reproducir los resultados y se llevan a cabo experimentos ligeramente diferentes. El australiano John Bockris, maestro de la electroquímica y director de la tesis doctoral de Fleischmann, también reproduce el experimento. Manifiesta que hay fusión fría, que es un descubrimiento, pero que la probabilidad de que resulte ser una fuente de energía es baja. Dice que se forman dendritas (arborescencias) en el paladio y, en ellas, la presión es tan grande que favorece la fusión; pero que las dendritas se caen y no hay reproductibilidad. La declaración de Bockris de que es un descubrimiento lo contradicen S.E.Jones y su equipo, y anuncian en un comunicado titulado ‘Observación de la fusión fría en la materia condensada’ que este fenómeno tiene lugar espontáneamente, por ejemplo, en el agua de mar, en el agua volcánica o en Júpiter, pero que no se auto sostiene, que es posible que absorba más energía de la que desprende.

Y eso es todo, amigos.

Deja un comentario