¿Cómo actúan la aspirina y los antiinflamatorios?

Este y los siguientes pequeños artículos se basan, en parte, en los datos extraídos del libro ‘La revolución de los medicamentos’ del médico Philippe Meyer (1933-2020) de la Academia de ciencias francesa.

La acción analgésica y antipirética de la aspirina (ácido acetilsalicílico) se basa en que se opone a la fabricación de prostaglandinas, los mediadores del dolor y la fiebre que se manifiestan en las inflamaciones. Para ello, la aspirina se fija sobre la enzima ciclooxigenasa e inhibe su función en la formación de prostaglandinas. Pero es un arma de doble filo, ya que la fiebre y el dolor son reacciones del organismo debidas a la mayor actividad de los leucocitos: el aumento de la temperatura corporal dificulta el desarrollo de algunos virus y microbios. Así, la acción antipirética puede agravar la infección. Además, la aspirina pude producir úlceras en el estómago, pude ocasionar hemorragias internas y externas al impedir la asociación de plaquetas y solo tiene acción antiálgica cuando las prostaglandinas son las causantes del dolor. En definitiva, la aspirina es un buen ejemplo de la ambigüedad de los medicamentos y de la necesidad de encontrar otros remedios más selectivos. Pero la aspirina tiene otros empleos interesantes que ya veremos.

La acción esencial de los antiinflamatorios es la inhibición de la formación de prostaglandinas. Se emplean para combatir el reumatismo crónico y como antigripales y analgésicos. Pero todos los medicamentos que tienen la misma acción que la aspirina poseen la misma toxicidad o mayor: además de atacar al estómago y a las plaquetas pueden dañar al riñón y prolongar los embarazos. El cortisol (hidrocortisona) es una hormona natural segregada por las glándulas corticosuprarrenales en respuesta a cualquier tipo de agresión orgánica. Es un glucocorticoide que aumenta el nivel de azúcar en sangre. Reduce la producción de prostaglandina sin inhibición de la enzima ciclooxigenasa. No es conveniente ingerirla en caso de diabetes ni en el edema e hipertensión arterial porque produce retención de sales. También provoca trastornos óseos y psíquicos, así como alteraciones gástricas. La investigación con diferentes modificaciones estructurales del cortisol han permitido elaborar derivados esteroideos con una actividad antiinflamatoria mayor y una actividad metabólica más débil (dexametasona, por ejemplo) que pueden ser utilizados en reumatología de forma prolongada sin demasiados inconvenientes.

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