Los premios Nobel siempre se conceden unos años después de la publicación de la obra o del descubrimiento, pero el caso de Peyton Rous bate récords: se lo dieron a los 56 años de haber demostrado que los sarcomas de las gallinas se podían transmitir a otras inyectándolas un extracto de las células tumorales y abriendo así el estudio de los cánceres inducidos por virus. El patólogo Rous recibió el premio a los 87 años de edad, cuatro antes de morir ¡Menos mal que fue longevo!
¡Los virus, esos parásitos! ¡Esas pequeñas partículas de 25 a 250 nanómetros solo visibles al microscopio electrónico, fronteras de la vida contra la que luchan a muerte! Aunque los virus no son seres vivos, no son células, están constituidos por material genético (ADN o ARN pero no ambos) que contiene entre 3 y 400 genes, por lo que disponen del código de su auto reproducción. El ácido nucleico está envuelto en una proteína con la cual, por medio de alguna de sus partes, el virus puede adherirse selectivamente a una clase específica de células de un ser vivo e inocular en ellas su ADN o ARN. El ácido nucleico del virus, aprovechándose de las sustancias existentes en el citoplasma de las células, sintetiza nuevas proteínas y nuevos ácidos con los que se forman nuevas partículas víricas denominadas viriones. Estos pueden descargarse de la célula rompiéndola (infección lítica) o bien asociando su genoma con un cromosoma de la célula y permaneciendo en él en las sucesivas divisiones (infección lisogénica)
Hay una gran variedad de tipos de virus que provocan diversas enfermedades: el rinovirus produce el resfriado común y provoca la reacción orgánica de estornudos, toses y moqueo para expulsarlo; los virus de la gripe en sus variedades A, B y C, etiquetados de mayor a menor importancia epidémica, pueden mutarse en tipos tales como A1, A2, A3 y no ser reconocidos por los anticuerpos; los virus de la varicela y de la viruela, como los de la gripe, entran en el huésped por vía respiratoria; el papiloma virus humano produce verrugas al infectar las células pluripotentes de la capa más interna de la piel; el virus de las paperas puede desencadenar otras infecciones como meningitis y artritis; la rabia la pueden transmitir por mordedura los perros y los murciélagos; el polio virus destroza las células nerviosas; el virus de la inmunodeficiencia humana, VIH, productor del SIDA, se extiende por intercambio de sangre infectada en las inyecciones, con la deposición de semen contaminado en las superficies mucosas del hombre o de la mujer sobre todo si hay heridas, y de una madre infectada a su feto o a su lactante.
Muchos virus son oncogénicos o provocan el VIH: se ha detectado su presencia entre el 10 – 20 % de los cánceres. Así, el virus de Epstein – Barr está relacionado con el linfoma de Burkitt; de los sesenta tipos diferentes de papiloma virus, la mayoría inofensivos, hay dos que producen cáncer en el cuello del útero de las mujeres y en el pene del hombre, extendiéndose por contacto sexual; el virus de la hepatitis B, que se contagia por la sangre, puede acabar en cirrosis o en cáncer al cabo de muchos años; un tipo de herpes virus se ha aislado del sarcoma de Kaposi. Además, los proto-oncogenes pueden sufrir alteraciones por la acción de un virus o de sustancias carcinógenas y transformarse en un oncogén. En los retrovirus se invierte el curso normal de la información genética (de ADN a ARN y de este a proteína, de acuerdo con el dogma de Crick de la biología molecular): dos moléculas idénticas de ARN, catalizadas por la enzima transcriptasa reversa (ambas sustancias inoculadas por el retrovirus en la célula huésped), dan lugar a una molécula doble de ADN vírico que se inserta en uno de los cromosomas de la célula y activa los proto-oncogenes a oncogenes.
¿Cómo responde el organismo a la invasión de los virus? Los linfocitos T, células asesinas, reconocen el virus y conectan con los linfocitos B, que producen las proteínas denominadas inmunoglobulinas: una de ellas, la Ig G, es la que mata. Si se diese un segundo ataque por el mismo invasor, su reconocimiento conduciría a un producción masiva de Ig G que haría al organismo inmune a la infección. En este efecto se basan las vacunas antivíricas como las de la gripe, la rubeola, la polio, la hepatitis B, el cáncer del cuello del útero y la que ha conducido a la erradicación de la viruela. El VIH produce inmunodeficiencia porque infecta células T.
¿Existen defensas alternativas? Los antibióticos actúan contra las bacterias pero no contra los virus. Otros medicamentos, como la ribavirina, el acyclovir y la azidotimidina (AZT) mejoran, si no curan, las enfermedades víricas sin causar demasiados efectos colaterales. Además, los interferones sintéticos sirven para tratar herpes, rinovirus y papilomas con administración local. Los investigadores pensaron: ‘si no puedes con tu enemigo, alíate con él’ y recurrieron a la terapia génica, consistente en utilizar virus mutantes para matar tumores.
Y con todos los virus estamos y seguiremos.