El dopaje consiste en la estimulación para conseguir mejoras físicas o intelectuales. Los deportistas en competición tienen una larga lista de sustancias prohibidas: Los estimulantes cerebrales, como las anfetaminas, la cafeína y el piracetam, euforizantes que aumentan la resistencia, la concentración y el estado de vigilia. (Federico Martín Bahamontes, rey de la montaña y ganador del tour de Francia, confesó que bebía café en carrera cuando todavía no estaba prohibido). Los estimulantes respiratorios y cardiovasculares, como el heptaminol, vasodilatadores que aumentan la presión arterial y favorecen la oxigenación de los músculos, disminuyendo la sensación de fatiga y aumentando la resistencia al esfuerzo. Los betabloqueantes, como el propanolol y el sotalol, que bajan la tensión arterial, mejoran la concentración y eliminan el nerviosismo. Las hormonas, como el estradiol y la nandrolona, que combaten el cansancio y favorecen el crecimiento muscular. (El atleta afrocanadiense Ben Johnson fue desposeído de la medalla de oro ganada en la carrera de los cien metros lisos de los juegos olímpicos de Seúl por consumo de hormonas anabolizantes). También están prohibidos los diuréticos, que camuflan otros medicamentos. (El ciclista segoviano Perico Delgado fue mantenido como ganador del tour de Francia 1988 al dar negativo en un contraanálisis de diuréticos). La relación de prohibidos aumenta con los narcóticos como la heroína y la morfina, y las transfusiones y autotransfusiones de sangre, que aumentan el hematocrito. Etcétera.
¿Y los que no competimos? Todos los medicamentos anteriores deben ser recetados por los médicos y algunos suministrados bajo control. No obstante, hay estimulantes que son utilizados habitualmente, como son los complejos vitamínicos con sales minerales (de magnesio, potasio y fósforo) y oligoelementos (cobre, cobalto y manganeso), además de las enzimas y los aminoácidos.