Dejamos por el momento los artículos de divulgación científica para exponer otros de temas religiosos.
En 2002, a los setenta y tres años de edad, desaparece el periodista y escritor Luis Carandell. En ‘El Santoral’, publicado en 1997, cuenta la hagiografía de los santos en su onomástica actual, poniendo énfasis en sus milagros, imprescindibles para adquirir el estatus de santidad. Los milagros de los santos españoles antiguos son verdaderamente impresionantes. (Algunos milagros modernos se reducen a curaciones de enfermedades sin remedio, fácilmente justificables por médicos adecuados).
Varios de los santos españoles mostraron ser ignífugos, como si estuvieran fabricados en amianto. A San Vicente de Huesca lo asaron a la parrilla, pero como no le hacía nada tuvieron que herirle y echarle sal en las heridas, lo que también fracasó, sólo murió cuando le acostaron en cama blanda. Santo Toribio, para defenderse de una acusación de adulterio, tomó ascuas en sus manos y dio vueltas a la catedral cantando sin sufrir quemaduras. A San Fomerio, de la Rioja, lo tuvieron cinco días metido en un horno, como no lograban quemarle, lo sacaron y lo echaron a un león que se postró a sus pies, tuvieron que matarlo por degüello. San Facundo y San Primitivo, de Sahagún, estuvieron tres días entre llamas, como resistían, les envenenaron, les echaron cal viva y aceite hirviendo y, al final, los degollaron, ocasión en que, todos lo vieron, bajaron dos ángeles del cielo y los coronaron. San Telmo, el del fuego homónimo, acosado por una mala mujer, se acostó en una cama ardiendo e invitó a la lasciva a que yaciese con él: la mala pécora huyó despavorida.
Otros santos tenían manifestaciones diferentes. A Santa Eulalia de Barcelona, al expirar en el martirio le salió de la boca una blanca paloma. En análogas circunstancias, a San Julián le salió de la boca un ramo de palma blanco como la nieve que se fue elevando, todos lo vieron, mientras sonaba una música celestial que todos oyeron. A San Braulio se le posaba una paloma blanca en el hombro, el Espíritu Santo, naturalmente, y le soplaba las homilías al oído.
Hubo santos que vencían a la muerte con facilidad. San Rosendo resucitó a dos albañiles que murieron al caer de un andamio mientras hablaban mal de él y de Santa Seronina. San José Oriol curaba toda clase de enfermedades por imposición de manos. San Bernardo Calvó sanó ciegos, sordos, mudos y cojos. A San Vicente Ferrer, que tenía el don de lenguas, una mujer le invitó a comer a su tierno hijo asado, pero el santo no solo despreció tan exquisito manjar, sino que resucitó al niño.
Nota Bene: La Iglesia no destruyó estos edificantes ejemplos que eminentes apóstoles dedicaron a sus amados feligreses. El que esto escribe, cuando era niño, también asistió a un milagroso evento: durante una procesión de Semana Santa en el murciano pueblo de Alguazas, una gran mariposa apareció posada toda la procesión sobre la herida del Cristo yacente ¿Quién la pegó?