Con lo escrito sobre el cáncer se podría llenar una biblioteca. Yo, paciente de tal enfermedad, algo he leído y algo he escrito.
Con la palabra cáncer se designa a un conjunto de más de cien enfermedades distintas caracterizadas por el crecimiento incontrolado de células anormales en el cuerpo que afecta, según la Organización Mundial de la Salud, a una de cada tres personas en todo el mundo, predominando en la mujer los cánceres de pecho y de cérvix uterino, y en el hombre los de próstata, colon y pulmón.
El cáncer comienza con células anómalas detectables al microscopio por sus superficies extrañas y sus proyecciones citoplasmáticas. Estas células pueden desarrollarse a partir de lesiones precancerosas denominadas hiperplasias, displasias o neoplasias, que dan lugar a tumores benignos con crecimiento no invasivo o a tumores malignos. En estos últimos, las células cancerosas se replican ilimitadamente, invaden tejidos ajenos, generan vasos sanguíneos para alimentarse (angiogénesis), evitan su propia muerte, producen factores de crecimiento propios y no obedecen las órdenes de no crecer; en definitiva, rompen con el comportamiento social de las células normales. Cuando invaden los canales linfáticos, que descargan en la sangre, son eliminadas en grandes cantidades, pero algunas llegan a otros tejidos apropiados donde originan nuevos tumores: es la metástasis.
Para diagnosticar un cáncer se comienza estudiando la historia clínica del paciente y localizando el tumor mediante distintos tipos de radiografías y endoscopias y obteniendo una muestra (biopsia) para establecer el grado de malignidad y desarrollo. En el proceso terapéutico se utiliza la cirugía para la extirpación del tumor, aunque solamente tenga efectos paliativos. El intento de eliminación de las células cancerosas del tumor puede hacerse irradiándolo con fuentes externas que emiten diversas radiaciones o partículas, o introduciendo en el tumor sustancias radiactivas. La quimioterapia se utiliza como procedimiento auxiliar de la cirugía y la radioterapia, aunque también puede ser el tratamiento principal para un cáncer localizado o cuando no hay otra alternativa por el avanzado estado de la enfermedad, pero dicen que no se ha demostrado aún que pueda curarse un cáncer por quimioterapia. No obstante, se siguen ensayando moléculas que actúan selectivamente contra las dianas, fármacos con menos efectos secundarios y cócteles de medicamentos que consigan sinergia.
En la terapia del cáncer tienen éxito los trasplantes de médula ósea para combatir la leucemia y se investiga sobre tratamientos inmunológicos: hormonas para los cánceres de mama y próstata; empleo de la interleucina-2, que es el factor de crecimiento de las células T (que destruyen antígenos); aislamiento y cultivo de linfocitos T del paciente que reaccionen con las células cancerosas; anticuerpos monoclonales, que son medicamentos fabricados a partir de células del sistema inmune; utilización de los interferones alfa, beta (proporcionan resistencia antivírica) y gamma (emitido por los linfocitos T, proporciona inmunidad) que se emplean contra la hepatitis crónica, las verrugas genitales, el sarcoma de Karposi y la esclerosis múltiple.
Contra el cáncer también se hace uso de métodos preventivos: vacunas contra el posible ataque de ciertos virus (como en el cáncer de cérvix uterino) o el empleo de sustancias químicas que inhiben el desarrollo del cáncer invasivo (tamoxifeno, ácido 13-cis- retinoico, palmitato de retinilo y retinoide acíclico). Como la mayoría de los cánceres no se pueden prevenir (los de mama, colon, próstata, páncreas, linfomas y sarcomas), conviene acudir a la detección previa antes de que se diseminen.
Algunos investigadores trabajan con microARN, pequeñas moléculas de ARN que no originan proteínas, sino que regulan la expresión de cientos de genes. Como en el cáncer parecen existir defectos en la producción de microARN, los investigadores pretenden introducirlos, usando un virus inocuo como vehículo, para que inhiban el crecimiento tumoral. Hasta ahora han obtenido algunos éxitos trabajando con ratones.
La primera inevitable pregunta que hay que hacerse sobre el complejísimo problema del cáncer es: ¿Cuáles son las causas del cáncer? Y los investigadores están de acuerdo en que la respuesta es: mutaciones genéticas. Los genes que regulan el crecimiento de las células, los proto-oncogenes y los genes supresores de tumores, pueden alterarse por la acción de carcinógenos tales como los productos químicos, los virus y la radiación. Los cambios en estos genes pueden hacer fallar los mecanismos de auto reparación de la célula. Por ejemplo: una mutación inactiva del gen supresor de tumores p53, que controla la apoptosis (suicidio celular); una segunda mutación que afecte al proto-oncogén Bcl2 bloquea la apoptosis. Otro mecanismo que evita la apoptosis está relacionado con los telómeros, que son segmentos de ADN situados en los extremos de los cromosomas: cuando se acortan suficientemente la célula muere, pero si hay transformación maligna se activa la enzima telomerasa que evita el mayor acortamiento y la muerte de la célula. Los oncogenes proceden de los proto-oncogenes mediante translocación cromosómica (alteración en la posición de los genes), por el aumento del número de copias del proto-oncogén o por cambio en un nucleótido. Aunque los oncogenes no son capaces de producir tumores por sí mismos, sin mutaciones que generen oncogenes e inactiven genes supresores no hay cáncer. Se han identificado más de trescientos genes mutados en algún tipo de tumor, pero es aún mayor el número de genes implicados y no mutados, por lo que parece inevitable secuenciar el genoma de los tumores para avanzar en el conocimiento del cáncer. Un investigador dice que «si hay cien anomalías genéticas, son cien las cosas que hay que arreglar para curar el cáncer. Además, los cambios genéticos varían del tumor de un paciente a otro ¿Tarea imposible? Quizá no, porque aunque haya muchas mutaciones solo hay unas diez rutas para llegar a ellas.
La segunda pregunta a contestar es: ¿Cuáles son los agentes causantes del cáncer? Y los investigadores han señalado a los rayos ultravioleta y a las radiaciones ionizantes, así como a determinadas sustancias químicas; de ellas dan algunos ejemplos de ‘posibles’ agentes cancerígenos y los cánceres ‘supuestamente’ asociados: radón, pulmón; benceno, leucemia; aminas aromáticas, vejiga; alquitranes, escroto; bis-clorometiléter, pulmón; cloruro de vinilo, angiosarcoma hepático; estrógenos, hígado y riñón; diclorodifeniltricloroetano, pulmón y estómago. También hay virus señalados como causantes de determinados cánceres: un tipo de ARN virus, el HTLV-1 (siglas inglesas de ‘human T-cell leukemia virus type 1’) y varios ADN virus: EBV (Epstein-Barr virus), HBV (hepatitis B), HPV-16 y HPV-18 (‘human papyloma virus’). El EBV provoca la popularmente llamada ‘enfermedad del beso’, infectando a los linfocitos B (que se producen en la médula ósea y fabrican anticuerpos), causando la mononucleosis (que se manifiesta con fiebre, amigdalitis, hinchazón de los nódulos linfáticos y engrosamiento del hígado y del bazo) y ‘casi’ seguramente el linfoma de Burkitt y el carcinoma nasofaríngeo. Hay muchos virus del papiloma humano, algunos, como los numerados 16 y 18, pueden ser malignos y de transmisión sexual, originando cánceres genitales y anales. Los sabios consideran que los virus son inductores que necesitan, para desarrollar cáncer, coadyuvantes físicos, químicos o biológicos que provoquen la disminución de las defensas.
¡Qué larga, ingente lucha contra el cáncer! ¡Qué denodada lucha por la vida!